¡Comenzaba nuestro tercer día de viaje por Marruecos! Como os contábamos en este artículo, durante seis días íbamos a conocer Marrakech (artículo de Marrakech en un día aquí) y viajar al desierto de Erg Chebbi volviendo de nuevo a Marrakech haciendo algunas paradas por el camino.
En este artículo os contamos nuestro road-trip desde Marrakech, pasando por la cinematográfica Ait Ben Haddou y terminando en el imponente Valle del Dadès. Uno de los mejores días del viaje donde vimos lugares increíbles y preciosos paisajes.
Día 3: Marrakech – Ait Ben Haddou – Gragantas de Dadès
Salimos a las 6:30 de nuestro precioso hotel en Marrakech porque nos esperaba un largo viaje por delante. Nuestra primera parada sería Ait Ben Haddou, una ciudad fortificada que data del siglo XVII declara Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987. Antes, como no podía ser de otra manera, paramos para desayunar. Encontramos un sitio en mitad de la carretera donde un chico majísimo nos preparó unas tortillas bereberes, nos puso dos tipos de aceitunas, pan con aceite y especias. No encantó.
Llegamos al pueblecito pegado a la Kasbah a las once de la mañana. Y, aunque las carreteras no están mal, no se puede ir muy deprisa. Eso sí, el road-trip es muy bonito. Primero se pasa por una zona montañosa preciosa y luego por una zona mucho más desértica. El paisaje es espectacular.
En cuanto llegas a Ait Ben Haddou la gente empieza a hacerte indicaciones para que aparques. Hay que tener en cuenta que ellos viven del turismo y te ven en cierto modo como una cartera con patas, así que siempre intentan atraerte y ser muy amables para que les des propina.
Nosotros intentamos evitar las señales de la gente y nos metimos por una calle para acercarnos a la Kasbah, pero un hombre nos paró y nos dijo que por allí no podíamos pasar. Finalmente decidió que si y nos indicó donde aparcar. A ese hombre no le pagamos nada, pero en seguida apareció otro que se nos pegó como una lapa y sin preguntar empezó a hacernos de guía.
Aunque Marruecos se declare una democracia constitucional, su recorrido bajo esta premisa es dudoso. Las desigualdades son cada vez mayores y la pandemia ha causado grandes estragos en una población ya bastante empobrecida. Además, en 2019 el Banco Mundial cifraba en 9 millones los marroquíes que viven bajo el umbral de la pobreza (el 79,4% procedía del mundo rural). Por este motivo no es de extrañar que intenten sacarle el máximo partido al turismo que llega al país.
Ait Ben Hadou está situada en una zona completamente rural y, desde que crearon los estudios de cine de Ouarzazate, gran parte de la población encontró la forma de vivir de del cine que se producía ahí y del turismo que atraía. Debido a la pandemia, el turismo y el número de producciones cinematográficas ha disminuido sobremanera impactando muy negativamente en la población local.
Por todo esto es perfectamente comprensible que la gente que vive en las inmediaciones de la Kasbah intente sacar beneficio económico del poco turismo que está llegando hoy en día. Esto no impide que a veces resulte agobiante que prácticamente te obliguen a contratar unos servicios que no quieres.
Dicho esto, continuamos con nuestra aventura por Ait Ben Haddou. Nos dimos cuenta de que aquel hombre no iba a separarse de nosotros y nos iba a hacer un tour por la ciudad. Lo aceptamos y nos dejamos llevar.
Nos explicó que las puertas situadas en la entrada eran falsas (lo único falso del Kasar) y que se pusieron ahí para convertir Ait Ben Haddou en la ciudad libre de Yunkai que Daenerys conquistaría en la sexta temporada de Juego de Tronos.
Ait Ben Haddou es un Kasar, es decir, una pequeña ciudad formada por un conjunto de Kasbahs. ¿Y que es una Kasbah? Es una casa con forma de torre, hecha de adobe (una mezcla de paja, agua y excrementos de animales) y fortificada con madera.
En Ait Ben Haddou se han grabado películas y series como Juego de tronos (2011), Prince of Persia (2010), Babel (2006), Gladiator (2000), La momia (1999), 007: Alta tensión (1987), La joya del Nilo (1985), Lawrence de Arabia (1962) y muchas más. No es de extrañar porque es un sitio precioso y muy especial.
El guía nos contó que antes las Kasbahs pertenecían a las familias más ricas de la zona, pero que ahora solo hay 5 familias que viven dentro porque la vida ahí es muy dura. También nos contó que toda la población de la zona trabaja en agricultura, cine o turismo.
Es la Unesco quien ha contribuido a la mejora y acondicionamiento del Kasar. También ha construido un puente que pasa sobre el río que facilita mucho la vida a las personas que viven ahí.
Durante el recorrido por el Kasar vas ascendiendo mientras ves las tiendecitas donde los locales venden productos artesanos y acuarelas hechas con azafrán. Un pigmento natural que en contacto con el fuego, cambia de tonalidad, se fija en el papel y perdura para siempre. Veréis que venden estas acuarelas por todas partes y hacen demostraciones de cómo las pintan. Son muy muy bonitas.
El guía nos estuvo contando curiosidades del lugar y nos acompañó hasta la parte alta de la ciudad desde la que hay unas vistas muy chulas. Aunque nos contó cosas curiosas, era bastante pesado. Pero bueno, es lo que hay. Hay que asumir que en ciertas partes de Marruecos las cosas funcionan así.
Nuestra visita a Ait Ben Haddou desde que aparcamos el coche hasta que volvimos a él, duró una hora y media y nos dio tiempo a recorrer el lugar tranquilamente. Es una parada que queda de paso en el camino al valle de Dadès y es un lugar muy interesante y muy bonito, así que lo recomendamos mucho.
Seguimos nuestro camino hacia el Valle de Dadès y paramos a comer a la salida de Oarzazate en un hotel de carretera donde la comida estaba francamente mala.
El trayecto se nos hizo un poco pesado y cuando llegamos estábamos bastante cansados. El hotel donde nos quedamos se llama Chez Ichou y nos encantó. Es un lugar monísimo y el chico que lo lleva de verdad que es un amor. Súper simpático y atento. Nos dio un té con pastas y nos enseñó la habitación que era una pasada. Todo nos estaba encantando.
Habíamos leído que el valle de Dadès era una zona muy bonita y nos pareció un buen punto donde pernoctar para no hacer el camino al desierto en un solo viaje. Pero no sabíamos qué se podía hacer por esa zona. Preguntamos al chico del hotel y nos dijo que había una caminata muy bonita por el cañón que podíamos hacer con un guía que él nos ofrecía. Nos pareció buena idea y en 10 minutos un hombre muy amable a la par que corpulento pasó a buscarnos.
Caminata por el Cañón del Dadès
Comenzamos la excursión desde el hotel recorriendo un pequeño tramo en nuestro coche. Aparcamos y luego nos adentramos a pie hacia el cañón. ¡Qué lugar tan espectacular! Primero nos enseñó las casitas donde aún viven algunas familias bereberes y luego seguimos caminando hacia el interior del valle. Pasamos por unas formaciones rocosas que parecía que estaban esculpidas por un artista. EL sol se reflejaba en las rocas y era una auténtica belleza.
Cuando nos adentramos en el cañón y comenzamos a caminar sobre las rocas del río que atraviesa la garganta no pudimos evitar ver las semejanzas con el Gran Cañón del Colorado con esos colores rojizos, y las paredes a los lados se elevaban cada vez más mientras el camino se estrechaba.
Fue una de las excursiones más bonitas que he hecho en mi vida. Y menos mal que fuimos con el guía porque había tramos muy complicados y el hombre nos ayudaba a pasar por las escarpadas paredes o a subir rocas imposibles. Todo eso también hizo que el camino fuera mucho más divertido.
Después de un rato largo caminando llegamos al final del cañón, una zona más elevada con vistas panorámicas al valle y, como se estaba poniendo el sol, la luz era espectacular.
Durante todo el recorrido puede verse como hay zonas de las paredes del cañón en las que las rocas tienen forma de dedos y son conocidos como los «monkey fingers». El guía nos contó que se llaman así por los monos bereberes que vivían ahí. La vuelta al hotel la hicimos por la parte alta del desfiladero, un camino mucho más sencillo de recorrer y bastante más corto.
Hay que decir que esta excursión normalmente dura unas 4-5 horas y que se para a la mitad de camino a tomar un sándwich y se hace con mucha más calma. También se suele parar a tomar un té en alguna casa de los bereberes, pero como nosotros llegamos tarde al hotel tuvimos que hacerla mucho más deprisa para que no se nos hiciera de noche.
Si vais, de verdad que os recomendamos dedicar una mañana entera a hacerla porque no os vais a arrepentir. Es de las cosas que más nos gustó del viaje. Una joya escondida.
Volvimos al hotel, nos dimos una ducha y bajamos a cenar (nos habían preguntado previamente si queríamos cenar ahí y nos dieron a elegir entre sopa o ensalada de primero y tajín de pollo, de carne o barbacoa de segundo). Elegimos la ensalada griega, un tajín de cada tipo y brownie de postre. Tenemos que decir que es de los mejores sitios en los que hemos comido en Marruecos. Todo estaba muy rico y muy cuidado. Además de que el salón donde cenamos era monísimo, el chico nos puso la chimenea y estábamos completamente solos. Un lujo.
Al día siguiente, antes de poner rumbo al desierto nos acercamos a ver una de las imágenes más típicas y que más veréis del valle de Dadès. Es una carretera en forma de serpiente que baja por la ladera de una montaña haciendo unos giros imposibles creando un paisaje muy chulo entre rocosos acantilados.
Se encuentra a unos 5km de nuestro hotel hacia el lado contrario de Ouarzazate. Es muy fácil llegar y se ve muy bien. Aparcamos el coche junto al único hotel que se asienta sobre esa colina e hicimos unas fotos antes de continuar nuestro road-trip hacia el desierto.
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