Después de unos días de safari en Kenia, necesitábamos un lugar donde desconectar, relajarnos y simplemente ser felices. Buscábamos un rincón paradisíaco y lo encontramos en Manda Bay, una isla privada en la costa keniata que nos regaló una de las mejores experiencias de nuestro viaje. En este lugar solo hay un alojamiento con unas pocas cabañas y el resto son playas, naturaleza y animales.
Llegada a Manda Bay
Llegar a Manda Bay es muy sencillo. Desde el Aeropuerto Wilson de Nairobi puedes coger un vuelo hasta el Aeropuerto de Manda. Allí te estarán esperando para llevarte hasta el hotel en una lancha, y una vez embarques, comenzará la magia. Navegar por esas aguas cristalinas mientras la brisa marina nos acariciaba fue solo un anticipo de lo que estaba por venir. Al llegar, nos recibieron directamente en la playa con una cálida bienvenida, nos ayudaron con el equipaje y nos ofrecieron una bebida refrescante. Un comienzo perfecto.

Nuestra cabaña de ensueño
Tras el check-in, nos dirigimos a la que sería nuestra casa durante tres noches. Una cabaña de lujo frente al mar, perfectamente integrada con la naturaleza, sin ventanas que nos separaran del sonido de las olas y con una ducha al aire libre que nos hacía sentir en plena libertad. Un baño espectacular, una cama de ensueño, una mesita, dos butacas y una hamaca conformaban esta impresionante y lujosa cabaña con todo tipo de detalles. En la terraza, dos tumbonas con vistas al océano nos invitaban a relajarnos. Todo en este lugar nos hacía sentir especiales.

Vida descalza y días de placer
Lo mejor de Manda Bay es la filosofía de andar descalzos todo el día. Creo que es la primera vez en nuestra vida que nos hemos tirado 3 días sin usar calzado, y es que todo el complejo está sobre arena de playa. Aquí todo fluye con un ritmo pausado, pero siempre hay algo que hacer. Nuestras mañanas comenzaban con una carrera o un largo paseo por la playa, seguido de una sesión en el gimnasio antes del desayuno. Después, el día transcurría disfrutando entre el mar y la piscina.
Atardeceres, juegos y cenas de ensueño
Las tardes en Manda Bay eran mágicas. Tras la ducha, solíamos acercarnos a la zona de la piscina, donde jugábamos al ping pong, a los dardos o al billar. Luego pasábamos por el bar, donde cada día preparaban cócteles y cervezas en un ambiente relajado y podías compartir experiencias con el resto de huéspedes del hotel. El ambiente es tan acogedor e íntimo que se siente como estar en una pequeña familia.
Las cenas eran el broche de oro de cada jornada. Mesas sobre la arena, velas iluminando la playa y platos exquisitos preparados con mimo. Cada detalle estaba cuidado al máximo, haciendo que cada comida fuera una experiencia inolvidable.
Actividades en Manda Bay
Nos encanta combinar descanso con aventura, y en Manda Bay hay opciones para todos los gustos. Algunas de las experiencias que ofrecen son:
- – Tour de snorkel: Nos llevaron en una barquita hasta los arrecifes, nos dejaron el equipo de snorkel y solo tuvimos que preocuparnos de nadar entre corales buscando peces de colores.
- – Safari en la isla de Manda: Por las tardes puedes subirte a un 4×4 para recorrer la isla. Podrás ver búfalos, monos, aves y la espectacular vegetación, incluidos los majestuosos baobabs. También visitamos las ruinas de Manda y tomamos un picoteo con vistas al atardecer en una preciosa colina.
- – Actividades acuáticas: paddle surf, kayak o windsurf. Solo tienes que pedirlo y te dejarán el material para que puedas disfrutar en el mar.
- – Tours de pesca: Nosotros no lo hicimos, pero también te llevan en barca y puedes pasar el día realizando diferentes técnicas de pesca. Es una excursión bastante popular entre algunos visitantes.
- – Deportes acuáticos motorizados: es un poco más complicado, pero puedes hacer wakeboard o esquí acuático.
- – Spa: tienen una pequeña zona de spa donde puedes darte un masaje relajante.

Excursiones cercanas: Lamu y Shela
Otro punto a favor de Manda Bay es su cercanía a Lamu y Shela, dos destinos que merece la pena visitar.
Lamu, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es una joya de la arquitectura suajili. Sus calles estrechas y laberínticas, sus antiguas casas de coral con puertas de madera talladas y su ambiente relajado la convierten en un lugar con mucha historia. No hay coches, solo burros y dhows (embarcaciones tradicionales) que recorren la isla a su ritmo pausado. Es una ciudad con un gran legado cultural, aunque también con sus desafíos en términos de infraestructura y desarrollo.
Nosotros solo tuvimos tiempo de visitar Shela, un pequeño pueblo costero que muchos describen como “anclado en el pasado”. Su playa infinita de arena blanca es preciosa y, sin duda, uno de sus mayores atractivos. Sin embargo, nos pareció un lugar con contrastes. Mientras que los hoteles boutique y los restaurantes turísticos ofrecen una imagen idílica, las calles del pueblo reflejan una realidad diferente, con bastante suciedad, construcciones a medio terminar y evidentes signos de pobreza. Es un sitio peculiar, con un encanto rústico y una energía especial, pero creemos que es importante no idealizarlo en exceso.
En nuestro caso, lo visitamos el último día después de hacer el check-out en el Manda Bay. Nos llevaron en barco hasta allí, pasamos el día en Shela y por la tarde solo teníamos que coger un barco hasta el aeropuerto.
Tuvimos la genial idea de pedirle a un local que nos llevase en su barco porque saldría más barato que cogerlo en un hotel de Shela. Íbamos con tiempo justo y el chico apareció con un dhow. Nos subimos al barco desde la playa y la marea empezó a empujarlo contra otras embarcaciones. Este chico intentaba sacarlo, pero estábamos atrapados, destrozando el barco y no había manera. Desesperado, se puso a pedir ayuda (a nosotros no nos dejó hacer nada) y nadie le hacía caso.
Cuando parecía que lo había conseguido sacar nos chocamos con otro barco y nos volvimos a quedar atrapados, el motor no arrancaba y todo estaba siendo un desastre, pero finalmente lo logró, y aunque muy justos, parecía que llegaríamos.
¡Qué equivocados estábamos! Este barco tenía un motor de chichinabo que no tiraba ni pa’ atrás. Íbamos a dos por hora y había bastante oleaje en contra, lo que complicaba la marcha. Después de un rato de desesperación, decidió sacar las velas porque con eso íbamos a llegar en 2 minutos. Spoiler: NO.
Jorge se tuvo que hacer cargo de la dirección del barco mientras este hombre se peleaba con las velas. Fue un absoluto fracaso e íbamos casi más lentos que con el motor, así que al rato volvimos a encenderlo y a cerrar las velas.
Creo que llegamos al aeropuerto 10 minutos antes de la salida del vuelo. Bajamos del barco corriendo mientras unos muchachos nos cogían las maletas y corrimos (Jorge descalzo) hasta el edificio. La señora del mostrador estaba bastante enfadada y nos dijo «¡Que sea la última vez!», pero nos dejó embarcar. Hay que tener en cuenta que el aeropuerto es minúsculo y en 2 minutos estábamos en la sala de espera. ¡Menos mal!
Nuestra conclusión: Un lugar de 10
Manda Bay nos conquistó. Su entorno natural, la exclusividad del lugar, el servicio impecable y la sensación de estar en un rincón del mundo donde el tiempo se detiene, hicieron de esta estancia algo realmente especial. Si buscas un destino en Kenia donde desconectar del mundo y conectar contigo mismo, este es el lugar.
Sin duda, Manda Bay es un paraíso al que queremos volver.

Y si buscas algo más auténtico, una experiencia local, pero un lugar paradisíaco, entonces no te pierdas nuestro artículo sobre las playas de Watamu.
0 Comments